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Al iniciarse los cursos de 1918 en la UN de Córdoba, los estudiantes manifestaron, mediante una huelga general, las disconformidades que venían planteando desde mucho tiempo atrás, y que eran permanentemente desoídas. Este descontento dio origen a un movimiento estudiantil que recibió influencia socialista. El 11 de abril de ese año se creó la Federación Universitaria Argentina (FUA), integrada por los estudiantes de Tucumán, Santa Fe, Córdoba, La Plata y Buenos Aires. Ante la gravedad de los sucesos y luego de recibir a los dirigentes estudiantiles el presidente Yrigoyen decreta la intervención de esa Universidad designando al doctor Nicolás Matienzo para ejercerla. Casi inmediatamente después de asumir este redactó e hizo aprobar el estatuto que reemplazaría al de 1893, al que calificó de restrictivo por cuanto excluía a los profesores dejando el gobierno en manos de cuerpos vitalicios. Sin embargo, la “Reforma Matienzo” no logró su cometido y las logias de profesores continuaron cooptando para el dominio de la institución. Por ello, en las elecciones del 15 de junio y ante la derrota de los estudiantes, éstos declararon su huelga general, llegando a la conclusión de que el mal estaba en los hombres que dominaban la universidad tanto como fuera de ella. Con ello consiguen el cambio de Rector y la reforma de los estatutos, en base a los que regían en la Universidad de La Plata. El 21 de junio publicaron el “Manifiesto Liminar”, documento que resumía la pposición ideológica y aspiraciones del movimiento.

Para los reformistas, su obra debía tener el carácter de una revolución cultural que se extendería por América Latina y el mundo con su mandato de revolución cultural, de democratización popular de las repúblicas del continente y de acceso democrático de los pueblos a la educación superior, que por entonces era todavía un reducto de las élites dirigentes y el pensamiento confesional. 

Según el historiador británico David Rock, la reforma universitaria estuvo íntimamente vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los grupos de clase media y la élite. En efecto, estos grupos, al intentar ascender socialmente chocaron contra un grupo cerrado que controlaba la vida socio económica, y las revueltas fueron una expresión más de la inconformidad ante esta situación, al igual que las revueltas obreras y rurales que tuvo que enfrentar el radicalismo por entonces.

Las gestas de junio, que embanderaron la universidad cordobesa con las casullas moradas de los obispos –de ahí el color de la Reforma Universitaria, y que identifica también al movimiento universitario del partido radical "Franja Morada"- generaron movimientos similares en otros países. El ideario de la reforma se expandió a toda Latinoamérica y en 1920 Gabriel del Mazo, presidente de la FUA, firmó convenios con Federaciones Estudiantiles de Perú y Chile, solidarias con la reforma y el ideario americanista, la creación de Universidades Populares y las escuelas para indígenas. En 1921 se celebró en México el 1er. Congreso Internacional de Estudiantes, comprometido con la lucha por la justicia político-económica, el cogobierno y la asistencia libre. Por eso el orgullo cordobés de que allí nació la genuina democratización de la enseñanza, que rápidamente consiguió la adhesión de todo el continente.

Dichos reclamos fueron además una expresión de crecientes grupos sociales que propugnaban cambios en el modo de ejercer sus derechos en una Argentina que había experimentado grandes transformaciones. Los sucesivos gobiernos nacionales –sobre todo los de facto- dejaron sin efecto los cambios producidos por ella. Sin embargo, arrancar las flores no alteró las raíces, ya que con cada regreso de la democracia los principios de la Reforma fueron nuevamente instalados en las universidades, como expresión de una voluntad compartida que gracias a su carácter dinámico mantiene su vigencia aún casi un siglo después.

El Manifiesto Liminar completo puede leerse ingresando aquí.